miércoles, 10 de noviembre de 2010

Peru 3 (2010) Sin prisas por "el Humboltd"

Albergue Humboltd. Foto: César María Aguilar Gómez.
El albergue Humboltd es el único alojamiento de Puerto Bermúdez al que llegan los turistas o viajeros. Hay además un hotel bien puesto, pero anodino que usan sobre todo los técnicos locales de proyectos, pero la diferencia con el Humboltd es sobre todo el entorno. Aparte de una cuidada casa de madera el albergue tiene un enorme jardín, un detalle que los peruanos “hartos” de verde y con gustos “desarrollistas” no valoran en absoluto. Así que a los paseos de selva ya contados, se unieron aquí otros tantos yendo y viniendo por el jardín observando las aves que acuden, así como cortos recorridos por los alrededores y la orilla del río Pichis.





Campylopterus largipennis César María Aguilar Gómez
La lista de aves observadas pudo crecer bastante en ese entorno y sin prisas, con pícidos como el Carpintero moteado (Colaptes punctigula) y Carpintero chico (Veniliornis passerinus), córvidos como la Urraca violácea (Cyanocorax violaceus), tiránidos como el Bienteveo común (Pitangus sulphuratus), tangaras como la barbigris (Ramphocelus carbo) o ictéridos como el Cacique lomiamarillo (Cacicus cela) y el Tordo oriol (Gymnomystax mexicanus) entre otros. También era común ver pasar grupos de loros muy gritones pero cuya identificación al vuelo era imposible, solo en una ocasión llegue a reconocer en vuelo un Guacamayo severo (Ara severus) por su tamaño y coloración. También unos cuantos colibríes con pollos volantones que hacían las cebas en los jardines del albergue y que creo que era el Colibrí pechigris (Campylopterus largipennis).



Apunte de viaje "historias de Jesús" C.M. Aguilar Gómez
La mayoría de los días que estuvimos en el albergue fuimos los únicos turistas de Puerto Bermúdez salvo un par de americanas que aparecieron con prisas para una sola noche (!) y luego cuando llegó un escalador valenciano llamado Bosco los últimos días. Desde el primer momento en el Humboltd “sufrimos” el “secuestro” de Jesús, dicho sea para bien, pues es un tremendo contador de historias de sus viajes y anécdotas de los 13 años que lleva en Puerto Bermúdez que le brotan a borbotones. Estar en el albergue es estar en su casa, así que desde que aparecimos charla que te charla, café viene y café va hasta que el último día, ¡maldición bíblica!, se quedó afónico…, se veía venir.




Fiesta de San Juan. Foto: César María Aguilar Gómez.
Antes de salir a Perú ya supimos que este trotamundos navarro había escrito un par de libros de viajes por Sudamérica en los ochenta, uno de recorridos en bicicleta y otro a pie por los Andes. Por suerte el segundo apareció en un buscador de libros de segunda mano que suelo consultar cuando las cosas se ponen difíciles por los medios habituales (www.iberlibro.com). El buscador conecta todas las librerías de antiguo de España pero sólo aparecía un ejemplar y casualmente en una de Logroño. La librería en cuestión es un bajo en la zona más chunga de Logroño, la judería del casco viejo, que no está abierta sino les llamas antes por teléfono y avisas para que te abran. Vamos que conseguir cualquier otra “mercancía” en la zona me habría sido mucho más fácil que un libro de segunda mano. Aun así, mereció la pena pues buena parte de lo que nos contaría después estaba en ese libro.


Hogueras de San Juan. Foto: César María Aguilar Gómez
Tras unos días de disfrutar sin prisa, pensamos en movernos y seguir ya el viaje, pero vaya hombre… ¡y no os vais a quedar mañana a San Juan!... San Juan, San Juan, ¡pues claro! Nosotros en Logroño vivimos en una calle peatonal en el casco viejo llamada así, con tradición de celebrarlo con una cena espontánea subiendo y bajando viandas por los portales a las mesas puestas como un “tetris” en la estrecha calle y ocupadas por amigos. ¡Cómo podíamos perdernos ese día! Aquí la fiesta es diurna y se celebra en un playa del río Pichis a la que va llegando la gente en barcas, y todo el mundo anda en familias-“tribu” comiendo los juanes, un engrudo de arroz con pollo envuelto en una hoja vegetal.





Cena en el Humboltd. Foto: César María Aguilar Gómez
 Allí que fuimos Jesús, Bosco, Iratxe y yo, la “tribu” del Humboltd a tomar cervezas calientes y a escuchar la machacona cumbia amazónica del verbenero grupo que habían llevado. Luego vino el palo ensebado (con móvil en la punta en vez de caramelos o un jamón) y hasta una carrera de canoas, aunque esto ya nos lo debimos perder, pues se acabó el día y ya no las vimos. Luego al anochecer todos a casa y nosotros a nuestra última noche y cena en el Humboltd. Un sitio que nos dio pena dejar atrás, con Jesús en el papel del personaje de Kurtz el de “El Corazón de las Tinieblas” de Joseph Conrad… y su “irristible fascinación por el horror”.

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