sábado, 20 de noviembre de 2010

Peru 8 (2010) Reserva Nacional de Aguada Blanca y las Salinas

Arequipa-R.N.Aguada-Colca-Toro Muerto-Arequipa
Para acceder al valle del Colca, hay que deshacer algo del trayecto por el que llegamos a Arequipa y atravesar el altiplano por la Reserva Nacional de Aguada Blanca y las Salinas. Este espacio natural situado a más de 4000 m protege a una buena población de vicuñas (Vigcuna vigcuna), una especie que había disminuido bastante por la caza para obtener su lana. La vicuña, junto con el guanaco (Lama guanicoe), son las dos especies de camélidos salvajes propias de Sudamérica. Además hay otras dos domesticadas, la alpaca (Lama pacas), pastoreada por su carne y lana, y la llama (Lama glama) utilizada en grupos como animal de carga. Es un poco lioso al principio, así que es importante no confundir “churras” con “merinas” como reza el dicho español de origen ganadero trashumante.



Vigcuna vigcuna. Foto: César María Aguilar Gómez.
Esta zona del altiplano no es tan monótona como parte de la que recorrimos desde Cuzco, ya que en su paisaje se recortan volcanes de entre 5000 y 6000 m. Pese a la altitud no sufrimos el “soroche” o mal de altura del que hablan muchos viajeros a alturas similares aunque tampoco lo sentimos en Cuzco. Bien es cierto que, a veces, uno recuerda que aquí hay menos oxígeno en el aire, sobre todo si te da por subir corriendo a una loma, prismáticos en mano, al ver volando un Busardo dorsirrojo (Buteo polyosoma). En menos de un minuto ya tenía la sensación de echar el corazón por la boca, así que en tan breve tiempo pude sentir lo que a una altura menor ocurre tras llevar un buen rato en carrera frenética.



Pícidos Colaptes rupicola. César María Aguilar Gómez.
Además de vicuñas, entre las punas de Ichu (Stipa ichu), vemos pequeñas aves como el Fringilo pechicenizo (Phrygilus plebejus) o la Bandurrita piquirrecta (Upucerthia ruficaudus) y grupos de Tinamús andinos (Nothoprocta pentlandii) apeonando entre el herbazal. En un paisaje sin un solo árbol sorprende encontrar una especie de pícido como el Carpintero andino (Colaptes rupicola). Aquí, estas aves se asemeja en comportamiento a una parte de lo que hacen nuestros pitos reales (Picus viridis) en Europa, ya que encuentran su nicho ecológico alimentándose y criando en el suelo, ¡qué remedio!. Otro ave que no había imaginado ver en estos paisajes fue una especie de periquito, llamada Catita andina (Bolborhynchus orbygnesius). Los encontramos nomadeando en nutridos grupos dando un toque “exótico” al altiplano.  


Focha Fulica gigantea. Foto: César María Aguilar Gómez
Otro de los hábitat que destacan en estas punas son los “bofedales”, nombre que reciben una serie de afloramientos de agua freática tipo turbera de montaña. Aquí el Cauquén guayata (Chloephaga melanoptera), una especie ganso sudamericano, ramonea sus céspedes con tal intensidad que parecen los “green” de un campo de golf. También aquí cría la Focha gigante (Fulica gigantea) la mayor focha que existe. Dicen de esta especie que los adultos tienen dificultadas para volar dado su tamaño, así que mayoritariamente se desplazan a todos los sitios andado. De este modo la dispersión y colonización entre lagunas se produce con ejemplares jóvenes que al parecer son más ligeros. Lo cierto es que con esa pinta rechoncha no dejan de recordarme en cierto modo a los extintos dodos de la Isla de Mauricio, aquellas palomas insulares que crecieron en tamaño hasta perder la capacidad de vuelo y de las que dieron buena cuenta los navegantes que colonizaron aquellas islas.


Iratxe con Yareta Azorella compacta. C.M. Aguilar Gómez
En el momento de emprender el descenso del altiplano hacia el Colca atravesamos por paisajes con taludes cubiertos de pequeñas cascadas de hielo. Son el resultado de las bajas temperaturas nocturnas en los drenajes de algunos bofedales, aunque a pleno día y en manga corta cuesta imaginarlos ahí. También en esta zona encontramos uno de los arbustos más curiosos de los altiplanos, la yareta (Azorella compacta). De lejos parecen rocas tapizadas de un denso musgo, pero si te acercas compruebas que se trata de un arbusto con un manto exterior de duras y pequeñas hojas salpicado de diminutas flores. La presencia de esta especie ha disminuido bastante ya que en su interior aloja un denso ramaje utilizado como combustible en estas alturas escasas de madera para fuegos. Además su capacidad de regeneración es muy baja, dicen que las duras condiciones de la altitud no le permiten crecer más allá de un centímetro anual. Todo un superviviente con una adaptación sorprendente que lleva camino de rarificarse aún más.

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