sábado, 20 de noviembre de 2010

Peru 9 (2010) Valle del Colca y petroglifos de Toro Muerto

Bancales en el Valle el Colca. César María Aguilar Gómez
El Colca está considerado como el segundo cañón más profundo del mundo. El primero es el Cotahuasi que está un poco más al norte y con quien solo se lleva un centenar de metros. En realidad, en estos ranking de cañones hay varias “categorías”, por decirlo así, pues la manera de medir la profundidad cambia según los parámetros y definiciones que se tomen. En cualquier caso el Colca y el Cotahuasi forman valles espectaculares. Partiendo de los Andes, a más de 6000 m, su recorrido hasta el Pacífico es relativamente corto, de ahí las enormes dimensiones de ambos. Desde el altiplano de Aguada Blanca, el valle se muestra como una amplia cuenca con numerosos pueblos dispersos entre Chivay y Cabanaconde. Las laderas se encuentra aterrazadas por completo en lo que aquí llaman “andenes” y que aún se faenan con caballerías y arados “romanos”.



Montañas áridas con cactus. Iratxe González.
Los bancales es un sistema usado en todas montañas del mundo para cultivar laderas, la diferencia es que aquí están en plena vigencia mientras en España se abandonaron en la segunda mitad del s. XX. El paisaje del valle presenta la aridez propia de las laderas de los Andes que miran al Pacífico. Aun así, abundan las torrenteras provenientes de las altas cumbres que han sido derivadas en múltiples acequias para regar los bancales. En esta época la mayoría de las parcelas están aradas o en rastrojo, pero aún así el mosaico proporciona una gran diversidad de ambientes. El trayecto hasta la Cruz del Cóndor, con escarpes rocosos, campos de cultivo y laderas de cactus, fue uno de los más agradecidos del viaje para ver aves. En parte debido al mosaico de ambientes, pero también a que es un paisaje despejado y con múltiples posaderos como los cactus.






Cernícalo Falco sparverius. César María Aguilar Gómez.
Entre las aves observadas están el Cernícalo americano (Falco sparverius), algunas palomas como la Paloma moteada (Columba maculosa) o la Palomita alinegra (Metriopelia melanoptera), el Vencejo andino (Aeronautes andecolus), tiránidos como el Pitajo gris (Ochthoeca leucophrys) o la Dormilona nuquirroja (Muscisaxicola rufivertex) y fringílidos como el Jilguero encapuchado (Carduelis magellanica) recibiendo alguna que otra “pasada” del Halcón peregrino (Falco peregrinus). La zona tiene muchas posibilidades para ver aves y me quedé con ganas de dedicarle más tiempo, pero solo contábamos con dos días para cerrar un largo recorrido por pistas de tierra antes de regresar a Arequipa. 




Cóndor Vultur gryphus. César María Aguilar Gómez.
Sin embargo la estrella de la zona es el Cóndor andino (Vultur gryphus). Como es el ave voladora de mayor envergadura del mundo, genera mucha expectación y hay un mirador donde recalan los minibuses llenos de turistas para verlos. El sitio se llama la Cruz del Cóndor, y hasta allí también llega la gente de los pueblos cercanos para vender artesanía. La cita es a primera hora de la mañana para, con las primeras corrientes térmicas, ver la salida de los cóndores. El mirador está ubicado sobre un estrechamiento del valle con el río a unos mil metros más abajo que es donde duermen a diario los cóndores. Nosotros llegamos a última hora de la tarde y la sorpresa fue encontrarnos completamente solos en el mirador. Bueno, solos no, ya que al rato aparecieron los cóndores, hasta siete individuos de distintas edades. Estas aves pasan la mayor parte del tiempo en la zona costera del Pacífico una área con abundancia de carroñas, pero a diario usan las corrientes térmicas para llegar a estos cortados. Al día siguiente volvimos a ver varios ejemplares en otra zona del cañón, así que nos quedamos satisfechos de cóndores para rato. 



Petroglifos con cóndor. Foto: César María Aguilar Gómez
Desde la Cruz del Cóndor y Cabanaconde, donde dormimos, hicimos un gran recorrido por pistas de tierra poco frecuentadas. A medida que se desciende, el paisaje se vuelve más árido hasta el punto de que en algunos tramos se vuelve completamente desértico. Cruzamos por una zona de “fin del mundo” que parece un espejismo. Enormes planicies de regadíos en medio de un desierto arenoso con dunas con todo plantado de hortalizas y plantas forrajeras. Se trata del plan Majes un basto proyecto agrícola para asentar población basado en una conducción de agua desde una lejana presa en el Colca.






Ruta de regreso a Lima. Rojo: tierra. Azul: aire.
Apurando el día nos da tiempo de llegar hasta los petroglifos de Toro Muerto otro de esos sitios "marginales" en las rutas habituales del turismo, que igual impresiona por el entorno desértico que por los propios grabados. Aquí disfrutamos nuevamente del yacimiento completamente solos con un preciosa luz de atardecer. Más de 3000 petroglifos, muchos de ellos muy naturalistas, con dibujos esquemáticos dispersos en numerosas rocas. Otro sitio que nos habría gustado visitar con más tiempo. Sin embargo, nuevamente las enormes distancias hacen dedicar muchas horas de desplazamientos para visitar los sitios de interés. Con este último lugar nos despediremos de la zona, pues al día siguiente tomaremos ya un avión interno para volver de nuevo a Lima y regresar a España un día más tarde.
 

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