jueves, 19 de abril de 2012

Lanzarote 1 (2011) Volcanes dormidos


Cultivos en cenizas volcánicas. Foto: César Aguilar
Lanzarote es la isla de las Canarias más influida por la actividad volcánica reciente. Las últimas erupciones que modificaron su paisaje datan el siglo XVIII. Sin embargo, las erupciones de la isla del Hierro de octubre de 2011 le “quitaron” algo de ese protagonismo volcánico. De momento las del Hierro han sido solo subacuáticas y no han llegado a cambiar su fisonomía. En Lanzarote, por el contrario, las violentas erupciones se sucedieron durante años. La isla tiene por ello un paisaje duro, con rocas de variopintos colores, abundantes cenizas negras y campos de lavas que parecen salidos anteayer del subsuelo. 






Floración estacional en la isla. Foto: César Aguilar
Es así sobre todo en Timanfaya donde se dieron las últimas erupciones. Pero también esconde barrancos y malpaíses con atractiva vegetación arbustiva y solo puntualmente con algunos raquíticos pinos canarios (Pinus canariensis) y palmeras canarias (Phoenix canariensis). El paisaje rural ha arañando suelos cultivables entre las cenizas, pero también hay suelos fértiles y campos de arenas con vegetación árida similar a la del continente africano. La verdad es que tenía bastantes ganas de visitar la isla, de modo que en febrero del 2011 nos acercamos por allí Iratxe y yo a pasar una semana recorriéndola. El turismo está mejor integrado que en otros lugares de Canarias, y aunque viven de él, no se ve la urbanización brutal del paisaje de Tenerife. 



Paisaje volcánico en Timanfaya. Foto: César Aguilar
Cuando llegamos una alfombra de herbáceas y un tapiz de flores recubría el paisaje, hasta las cunetas parecían jardines. Un par de semanas antes había llovido en buena cantidad, así que pudimos disfrutar de una floración estacional, intensa y espectacular. La visita al parque nacional de Timanfaya es uno de los principales atractivos y por ello es el lugar con más afluencia turística. Cráteres antiguos, coladas por donde circularon las corrientes de lava y escorias volcánicas permiten imaginar lo que fue la última erupción. En el año 2000 en la isla francesa de Reunión, en el océano Indico, tuve la ocasión de asistir a una erupción volcánica en directo y es sencillamente impresionante. Acudimos entonces a ver la salida de la lava a unos cientos de metros de la boca activa. 



Costa rocosa en El Golfo. Foto: César Aguilar
En Reunión, todo estaba delimitado por la protección civil de allí, así que no entrañaba riesgo acercarse. Mirar los ríos de lava fluyendo y quedarte embobado sin dar crédito a la textura de la roca fundida era todo uno. Luego acudimos más veces por la noche cuando el rojo de los ríos de lava se proyectaba en la nubes dando la sensación de un atardecer. Fue algo en lo que no pude de dejar de pensar al ver los paisajes de Timanfaya, donde eso mismo ocurrió hace varios siglos pero el paisaje desde entonces ha cambiado poco. A escasos metros de la superficie aún se alcanzan cientos de grados. Para demostrarlo, en el parque nacional hacen las típicas demostraciones de vaporizar agua al instante o prender ramas secas aprovechando el calor de un pequeño hueco en la tierra. 


Zarapito trinador a contraluz. Foto: César Aguilar
En la zona sur de la isla también visitamos algunos otros atractivos naturales como la costa volcánica de El Golfo, el Charco de los Ciclos y las Salinas de Janubio. Estas últimas son la zona húmeda más importante de la isla, pero en los escasos vistazos que le eché apenas había nada. Durante las migraciones y según días, debe estar bien para limícolas. Los que sí se veían en los charcos intermareales de la costa rocosa eran grupos de vuelvepiedras (Arenaria interpres), zarapitos trinadores (Numenius phaeopus) y gaviotas patiamarillas (Larus michahellis atlantis).

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