sábado, 8 de septiembre de 2012

Grecia 11 (2009) Adriático y final en Venecia

Como una ciudad imaginaria de Italo Calvino
No habíamos previsto terminar el viaje en Venecia, pero una vez hecho el recorrido por Grecia había que tomar un ferry a Italia para regresar otra vez a casa. Toño y Ángela, los amigos navegantes que habíamos estado visitando en su velero nos sugirieron esta opción. Como hay bastantes furgonetas y caravanas que van y vienen entre Italia y Grecia te dejan meter el vehículo y dormir dentro de él en la bodega del barco sin que tengas que pagar el camarote, que en realidad es lo que más encarece los ferrys. Así que recorrimos el Adriático de punta a punta durante todo un día y una noche para acabar en Venecia como punto de entrada a Italia. En el Adriático pude ver cetáceos como grupos de delfines listados (Stenella coeruleoalba) y calderones (Globicephala melas).




La ciudad anfibia por excelencia. Foto: C. Aguilar
Llegar a Venecia desde el mar tiene un encanto especial. Es una ciudad anfibia, así que verla aparecer al final del Adriático fue una sorpresa. Sencillamente aquella aproximación desde el mar me dejó boquiabierto. La zona es una inmensa bahía con marismas de gran interés natural y a medida que te acercas comienzas a ver numerosas garzas en los fangos. No es un puerto cualquiera, desde que crees que has llegado a tierra hasta que atracas en el puerto pasa casi una hora en la que recorres el paraje natural de la laguna de Venecia, donde la perla escondida es la propia ciudad. Venecia no parece real, se asemeja a más una de esas deliciosas descripciones de ciudades que recrea Italo Calvino en su libro clásico “Las ciudades invisibles” (ISBN 84-8130-202-0). 


 
 

Calles y edificios de Venecia. Foto: C. Aguilar
Al menos eso me parecía a mi al verla acercarse en el horizonte desde el ferry. Yo la verdad no me hacía mucha idea de cómo era. Siempre has visto fotos de canales, gondoleros, palacios suntuosos y así, pero no llegaba a hacerme una idea cabal del sitio. Una vez en tierra es cierto que está muy llena de turistas, no es de extrañar, pero aquello es inmenso hay sitio para todos. A poco que te salgas de los lugares más habituales, como la preciosa plaza de San Marcos o los puentes y calles más concurridas, hay encanto por todos los lados. Bueno, en buena parte es un encanto decadente que ha de gustarte, el encanto de lo real, de aquello que está sin sacar brillo para el turista y que se ve que tuvo tiempos mejores.




Detalle de San Marcos. Foto: César Aguilar
Patios escondidos, pozos antiguos, puertas decoradas, escudos y símbolos grabados en la piedra, miles de detalles que guardan historias de varios siglos de la ciudad. Algo de esa fascinación por Venecia la trasmite el genial dibujante Hugo Pratt, el creador del personaje de cómic Corto Maltés, el viajero romántico y vividor por excelencia. Hay un cómic que recrea ese ambiente onírico y de misterio que transmiten la ciudad, se llama "Fábula en Venecia" y me sirvió como imaginario para aquella visita por callejones y rincones abandonados. Luego me regalaron de regreso a España una guía excepcional para cualquier aficionado a Corto Maltés y al encanto de sus historias y leyendas “La Venecia secreta de Corto Maltés” de Guido Fuga y Lele Vianello (ISBN 978-84-9814-185-6).



Acabando el viaje en la plaza San Marcos. C. Aguilar
Hugo Pratt creció en Venecia, aunque luego, como sus personajes, recorrió bastante mundo. No se quien atrae más, si el propio personaje o su dibujante que llevaron vidas igual de viajeras y románticas. El caso es que buscando fuera de las calles principales aun está esa otra Venecia. Esto no sucede en todos los destinos turísticos, muchas veces solo hay una cara, la que te ofrecen y poco más. En Venecia hay muchas caras, qué cada cual elija la que quiera. A nosotros nos supo a poco el día que le dedicamos a la ciudad, pero fue un buen broche para el viaje a Grecia, ya solo nos quedaba conducir de regreso a España. O eso pensábamos, antes de que nuestra furgoneta se declarara en huelga y regresáramos a España en avión y un día antes, como contaba al comienzo de esta crónica en lo que resultó un viaje por “tierra, mar y aire”.  

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