lunes, 12 de noviembre de 2012

Sri Lanka 1 (2012) La lágrima forestal de la India

¡Ojito con la señal! Foto: César María Aguilar Gómez.
Durante quince días de julio del 2012, Iratxe y yo viajamos por un país del que hasta ese momento apenas tenía referencias. La antigua Ceilán, conocida por sus exportaciones de té y más recientemente por la guerrilla de los “tigres tamiles”, era una desconocida para mí. Afortunadamente la violencia terminó hace unos pocos años y ahora se ha abierto una nueva época en el turismo en ese país tras más de 20 años de conflicto armado. También quedó atrás el impacto del Tsunami del 2004 que afectó a sus costas con gran intensidad. El interés por este destino surgió más bien por casualidad, tras leer una reseña de un viaje por él con el elefante asiático como principal atractivo.Y es que dicen que se trata del mejor sitio del mundo para ver esa especie en libertad.




Estrella en playa de Hikkaduwa. C.M. Aguilar Gómez.
El tamaño de la isla engaña ya que al verla junto a la gigantesca India no da una sensación de su envergadura real. Como sucede en las islas de origen continental, la flora y la fauna son bien singulares, una mezcla de la biota que se llevó del continente y que en el transcurso de la evolución dio lugar a especies adaptadas a la nueva situación, los endemismos. Además de un tamaño importante, la isla tiene en su centro montañas por encima de los 2500 metros y varias mesetas que generan situaciones ambientales variadas en cuanto a pluviosidad. Con las dos semanas de que disponíamos, realizamos un viaje que comenzó en la capital Colombo con las primeras paradas en las playas del suroeste en Hikkaduwa y en la ciudad fortificada de Galle.



Bosque lluvioso Sinharaja. Foto: C.M. Aguilar Gómez
Desde ahí aprovechamos para visitar la zona de bosques húmedos mejor conservada de la isla, la Reserva de la Biosfera de Sinharaja. Continuamos por la costa sur hasta llegar a Tissamaharama, esa localidad da acceso al Parque Nacional de Yala una extensa zona de bosque seco y matorral de aspecto casi africano con elefantes y leopardos entre otras especies. A partir de Tissamaharama nos dirigimos a Ella atravesando un paisaje de grandes árboles tropicales encaramándose a colinas en una transición hacia las tierras altas del centro de la isla. Entre Ella y Kandy el tren nos llevó por toda la zona montañosa entre extensas plantaciones de té que aprovechan el clima más fresco de la altitud. 




Dagoba medieval en Polonnaruwa. C.M Aguilar Gómez.
En torno a Kandy nuevamente grandes extensiones de bosques con  enormes árboles rodeando las colinas en la segunda ciudad más populosa del país. A partir de Kandy comenzaron las visitas más culturales del país, los templos budistas y los restos arqueológicos de los antiguos reinos cingaleses. Y es que al norte de Kandy se extiende lo que llaman el triángulo cultural donde abundan templos y restos arqueológicos a cual más espectacular. Nosotros visitamos el templo del diente de Buda en Kandy, los restos arqueológicos de Polonnaruwa, la roca de Sigiriya y las cuevas y templos de Dambulla. Un atractivo común a todos ellos es que se asientan en un entorno natural tan impresionante como los propios yacimientos.




Carreteras concurridas. Foto: C.M Aguilar Gómez.
Así sucede sobretodo en Polonnaruwa y Sigiriya, enclavados en bosques secos extensos y  bien conservados que también son lugares estupendos para conocer la fauna y flora local. En cierto modo, todas estas visitas arqueológicas me han recordado a la sensación que me causó visitar ruinas mayas en Guatemala como las de Tikal, donde el medio natural que las contiene es tan impresionante como el resto arqueológico. Y es que para mí la mayor sorpresa de Sri Lanka ha sido encontrar un país tan arbolado y  no solo en los parques nacionales. No todo es bosque primario, ya que con algo más de 20 millones de habitantes de algo tienen que vivir, pero no se ve allí esa deforestación de laderas para pastos que ocurre en otros lugares tropicales que he visitado. 



Langures Semnopithecus priam. C.M. Aguilar Gómez.
Apenas he visto ganadería en los paisajes del país, lo que repercute en una buena conservación de la cubierta forestal. Otra sorpresa ha sido la facilidad de observación de los tres primates diurnos que hay en la isla, dos de ellos endémicos, y su abundancia. Algo de este mayor respeto por la fauna viene del budismo que practica la mayoría de la población, aunque el país cuenta también con minorías hinduistas, islámicas y católicas. Un solo ejemplo, es la primera vez que veo parar un coche y una moto en ambos sentidos de la carretera al ver cruzar una enorme culebra negra por el asfalto, allí esperaron parados solo por no atropellarla. Solo ese gesto instintivo de los conductores me llegó al alma. 

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