viernes, 28 de marzo de 2014

Transiberiano 9 (2013) Karakorum, budismo y chamanismo

Monasterios de Tuvkhen. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
En la época soviética, Mongolia cayó en la órbita de influencia de Moscú. Su manera de organizar el trabajo chocó con los hábitos de una población nómada. También con sus creencias. Los monasterios budistas fueron clausurados y los monjes encarcelados, se cuenta que más de 10.000 monjes fueron asesinados o enviados a los gulags siberianos tras juicios sumarios. Ya se sabe, la religión era el opio del pueblo y había que acabar con ella. Pero también acabaron con uno de los pocos patrimonios arquitectónicos que tenía un país de gente nómada. Por eso, hoy en día es muy poco lo que se puede ver en Mongolia, aunque están en un proceso de recuperación de aquel pasado cultural.



Templos restaurados. Karakorum. C.M. Aguilar Gómez.
En nuestra ruta por la parte central de Mongolia pudimos ver algo de lo que se ha conservado y de lo que han comenzado a recuperar. Visitamos los monasterios de Erdene Zuu en la antigua ciudad de Karakorum. También una pequeña y antigua comunidad monástica llamada Tuvkhen que se encuentra encaramada en unas montañas con bosques de alerces a su alrededor. Sitios al aire libre donde no solo disfruté del patrimonio cultural sino también de algunas aves que por allí rondaban como el carbonero sibilino (Parus montanus) en los bosques de alerces de Tuvkhen o el escribano de Pallas (Emberiza pallasi) en la explanada de los monasterios de Erdene Zuu.




Murallas con estupas. Karakorum. C.M. Aguilar Gómez.
Karakorum fue la antigua capital del gran imperio mongol que fundó Genghis Khan en el siglo XIII, pero ya nada queda visitable de aquella época. Apenas los restos de los monasterios de Erdene Zuu que comenzaron a edificarse en 1586 pero que fueron destruidos en la época soviética.  Los monasterios de Erdene Zuu son más conocido por el nombre de la antigua ciudad a la que estaban asociados, Karakorum. En 1990, tras la caída de la URSS, los monasterios de Karakorum regresaron al culto, comenzaron a restaurarse algunos edificios y a crear una comunidad de monjes. Lo que puede verse ahora es una gran explanada rodeada de una extensa muralla y algunos templos restaurados. 


 

Parte visitable de Karakorum. C.M. Aguilar Gómez.
Los templos se han reconstruido con imágenes y mobiliario de comunidades budistas de otros países, pero en el recinto amurallado hay mucho espacio vacío.  Aún así, creo que merece mucho la pena la visita. Por suerte, para hacernos una idea de lo que fue, tenían por allí un libro con fotografías de comienzos del siglo XX con imágenes de los templos y de ritos realmente espectaculares. Una variante del budismo mongol es que allí esta permitido que los “clérigos” puedan tener hijos para aumentar la escasa población del país. Pero además del budismo, una parte importante de la población aún sigue practicando el chamanismo, un tipo de animismo que pone a la gente en relación  con las fuerzas de la naturaleza.




Rito "casual" mientras pajareaba. C.M. Aguilar Gómez.
El chamanismo es una religión que subyace, en cierto modo, también en el paisaje. Así, no es raro encontrar por ahí hitos llenos de cintas de colores en lugares relevantes por alguna razón. Otra situación que presencié, cuando estaba viendo aves en una laguna, remitía igualmente a esa visión de la naturaleza. Mientras me entretenía viendo gansos indios, empezaron a llegar a la orilla del humedal vehículos con tocados de plumas en la capota. Al rato estaban todos sus ocupantes de rodillas reverenciando algo en aquella laguna y arrojando semillas al agua. Me quedé alucinado sin saber si aquello era budista, chamanista o de qué iba el rito. ¿No estarían cebando a los gansos indios para que llegaran los birwatchers?... je, je a mí me habría venido muy bien, de haberlo hecho un rato antes.

sábado, 22 de marzo de 2014

Transiberiano 8 (2013) Hustai y los caballos de Przewalski

Rebaño de Equus przewalski Foto: C.M. Aguilar Gómez
El primer destino en Mongolia fue el parque nacional Hustai donde pudimos contemplar los caballos de Przewalski (Equus przewalski), la única especie de équido no domesticado que ha sobrevivido hasta nuestros días. Aunque bien cerca estuvo de extinguirse. Desde antiguo los rebaños de caballos salvajes fueron habituales en toda la estepa euroasiática pero, poco a poco, fueron desapareciendo. El aumento la población humana, su caza y el incremento de los bosques tras la última glaciación los arrinconaron a hábitats marginales. En las pinturas rupestres de la Cordillera Cantábrica ya aparecen representados unos caballos con morfología idéntica a los actuales Przewalski de Mongolia.




Hembras de Equus prezewalski. C.M. Aguilar Gómez.
Los huesos hallados en algunas cuevas cantábricas han permitido saber que, en realidad, los caballos pintados eran de la misma especie de los que quedan en Mongolia. Caballos de crin erecta, patas negras y hocico blanco. Su nombre se lo deben a Nikolai Przewalski, un explorador ruso que a finales del siglo XIX encontró en Mongolia caballos sin domesticar de los que no se tenía referencia hasta entonces. Más tarde, a comienzos del siglo XX, zoológicos de distintos países se interesaron por ellos y capturaron muchos ejemplares en sucesivas expediciones. Su persecución hizo que las manadas salvajes comenzaron hacerse cada vez más raras.





Estepa arbolada. P.N. Hustai. C.M. Aguilar Gómez.
En su declive también influyó la competencia con las manadas domesticadas y otros rebaños ganaderos por los mejores pastos y abrevaderos. A partir de 1968 dejaron de verse caballos de Przewalski en estado salvaje. Por suerte, para entonces ya se había adquirido la conciencia de tratar de recuperar la especie en su hábitat y en los zoológicos aún había ejemplares. Comenzó así un proyecto de cría en cautividad entre varios zoológicos con una población inicial de solo 12 ejemplares que permitió comenzar a reintroducir a la especie en su hábitat en 1992. El lugar elegido fue el parque nacional Hustai donde hoy ya se pueden ver en libertad varios cientos de caballos que se han adaptado con éxito.




Collalba Oenanthe isabellina. C.M. Aguilar Gómez.
Muchas de las estepas de Mongolia son "paisajes culturales" donde el hombre a ampliado los pastos de las zonas bajas con su ganado. Eso es así especialmente en las estepas boscosas que son la transición entre la taiga y la estepa más seca, donde ya las precipitaciones solo permitirían la existencia de pastos y algunos arbustos. El Hustai era una de esas estepas boscosas.  Con la menor presión del ganado doméstico, por la protección del parque, aparecían en las zonas altas bosquetes de varias especies de abedules raras de ver en otros sitios. Allí es donde vimos las manadas de caballos. La estructura social separaba a los animales en dos tipos de grupos, harenes de hembras con crías y un macho por un lado, y manadas de machos jóvenes por otro.



Micromamífero tipo suslik, ¿sp?. C.M. Aguilar Gómez.
Aunque pasamos poco tiempo en el parque, los recorridos por él me sirvieron para empezar a familiarizarme con algunas de las especies de aves. A diferencia de los bosques de la taiga, aquellos paisajes eran bastante agradecidos para las aves. Vi las primeras rapaces de las zonas abiertas como el águila esteparia (Aquila nipalensis) y el busardo calzado (Buteo lagopus), pequeñas aves como la collalba de isabel (Oenanthe isabellina) o las espectaculares grullas damiselas (Antropoides virgo). Y correteando por el suelo marmotas (Marmota bobac) y varias especies de roedores pequeños tipo suslik difíciles de identificar y rápidos en huir por sus sendas entre el pasto.

viernes, 14 de marzo de 2014

Transiberiano 7 (2013) Mongolia, estepas, rebaños y gers

Grupo nómadas con varios gers. C.M. Aguilar Gómez.
Tras los días junto al Baikal, y con los visados de Mongolia ya listos, tomamos de nuevo el tren en Irkutsk y nos dirigimos a Ulaanbaatar. En día y medio dejamos atrás los bosques siberianos y nos sumergimos en las inmensas estepas de Asia. Y al cambiar de país también el tren cambió de nombre, ahora era el transmongoliano. En Ulaanbaatar nos esperaban una guía y un conductor locales para recorren la parte central de Mongolia en furgoneta. Solo teníamos seis días antes de tomar el avión de vuelta a España, poco tiempo pero suficiente para visitar algunos de los lugares más accesibles del país.





Buitre negro Aegypius monachus. C.M. Aguilar Gómez.
Mongolia es enorme, un vasto país con montañas y bosques al norte, el gran desierto del Gobi al sur y muchos, muchos pastos que son la imagen de las estepas. Nada más salir de la capital empezamos a ver gers y rebaños de animales por todos los sitios. Una parte importante de la población mongola sigue viviendo de forma nómada moviéndose con sus animales de acuerdo al aprovechamiento de los pastos. Para ello viven en unas tiendas circulares, los gers, que montan y desmontan en poco tiempo. Hay en el país más cabezas de ganado que personas y eso es lo ves por doquier, caballos, ovejas, cabras y yaks. Un aprovechamiento ganadero que contribuye a la biodiversidad de las aves, como la presencia de buitres negros (Aegypius monachus) en las estepas.



Ordeñando yaks de mañana. César María Aguilar Gómez
Un recorrido por Mongolia supone desplazarte la mayor parte del tiempo por pistas y caminos de tierra. Las carreteras asfaltadas son escasas y solo existen unos cuantos ejes básicos que vertebran el país, el resto es directamente campo abierto y caminos. Apenas ves carteles que señalen las direcciones, hay pocas gasolineras que puedas identificar fácilmente y las pistas no son trazados claros. La mayoría de las veces circulábamos por rutas con varias rodadas en la misma dirección que, a veces discurrían paralelas, pero otras se distanciaban sin previo aviso. De ahí la ayuda que suponía llevar un vehículo con conductor. Incluso Tula, nuestro conductor mongol, se liaba de vez en cuando o daba algún rodeo extra para llegar a donde nos dirigíamos.



Pastor y grullas Antropoides virgo. C.M. Aguilar Gómez.
Una situación así ocurre en pocos países y parece debida a una combinación de varias causas. Por una parte está la baja densidad de población, su dispersión en el territorio y la condición nómada de la gente. Por otra están los pocos recursos con que cuenta el estado para costear unas infraestructuras caras y complicadas de mantener del desgaste del clima invernal. Sencillamente es mejor desplazarse a caballo, y eso es lo que llevan haciendo los mongoles desde hace siglos. Aunque, si el negocio del pastoreo nómada te va bien, puedes invertirlo en pequeñas placas solares para el ger, motocicletas o, con más ingresos, en vehículos todoterreno. Así lo vimos en muchas ocasiones.




Iratxe en el interior de un ger. C.M. Aguilar Gómez.
Para quién no disfrute de los paisajes y de la vida al aire libre, quizás Mongolia no tenga mucho que ofrecerle. No hay ciudades de gran interés o monumentos que visitar, solo naturaleza, paisajes y disfrutar conociendo la forma de vida nómada de los mongoles. Para alojarnos utilizamos a diario gers en distintos lugares. En ocasiones eran campamentos de gers en los sitios más frecuentados, en otros eran gers que alquilaban las propias familias a las que visitábamos. Hasta que uno no está dentro de una de esas estructuras móviles, no sabe lo acogedoras que pueden llegar a ser, con su calefacción en el centro y su aislamiento a base de capas de lana.

sábado, 8 de marzo de 2014

Transiberiano 6 (2013) El tren circumbaikal

Vieja maquina del tren.  César María Aguilar Gómez.
Uno de las actividades posibles en el lago Baikal es recorrer un tramo de su costa occidental en el llamado tren circumbaikal. Viniendo desde Moscú en el transiberiano podría parecer que, a esas alturas, uno ya debiera estar agotado de trenes como para montarse en otro. Pero el recorrido del circumbaikal no es un tramo más y bien merece la pena hacerlo. A finales del siglo XIX, cuando la vía del transiberiano llegó hasta Irkutsk, el proyecto se encontró con la dificultad de atravesar la región de montañas en torno al Baikal. Superar aquellos desniveles era un problema para los trenes de la época, así que resolvieron trazar la vía siguiendo el río Angara y, una vez en el lago, seguir por la orilla del Baikal. Pero aquello tampoco iba a ser sencillo.




Iratxe en un antiguo puente de hierro a pie de costa.
La costa del lago es una sucesión de laderas con fuertes pendientes y, por ello, el tramo junto al lago fue una gran obra de ingeniería. Hubo que construir 200 puentes y  33 túneles para un tramo unos 200 kilómetros, de ahí su espectacularidad. El tren estuvo recorriendo ese tramo desde 1905 hasta los años sesenta del siglo XX, momento en el cual la tecnología ya permitía un trazado alternativo por las montañas. Ese recorrido lo haríamos al cabo de unos días camino de Mongolia, pero con la nueva ruta se perdió el encanto de ver el lago desde el tren. Por eso, durante los meses de verano hay un tren que recorre el antiguo trazado de la costa con fines turísticos.




Tren actual circumbaikal. César María Aguilar Gómez.
El circumbaikal se hace con un tren actual, pero el paisaje sigue siendo igual de espectacular. El recorrido te lleva prácticamente todo el día ya que el tren va parando en puentes, túneles y poblaciones. En las orillas y playas de gravas pude ver algunas aves como la serreta mediana (Mergus serratus) pero poco más. Aquel día el agua estaba como un plato, sin nada de oleaje ni viento y fue una suerte. Esas eran las condiciones ideales para tratar de ver uno de los habitantes más deseados del lago, la foca nerpa (Pusa sibirica). Pregunté en Listvianka cómo verlas, pero al parecer no había por allí ningún lugar donde se concentraran a la vista. No parecía sencillo, así que la gente acudía a un par de acuarios en la localidad. A mí eso no me atraía, quería verlas en su hábitat.



Pueblos al pie del lago y de la vía. C.M. Aguilar Gómez.
Y tuve suerte. En el recorrido del circumbaikal puede ver en varias ocasiones ejemplares sacar sus pequeñas cabecillas fuera del agua. No era muy espectacular, lo reconozco, pero sí muy emocionante. De pronto veía en la superficie del agua lo que parecía un balón flotando a lo lejos. A vista de prismáticos se “convertía” en la cabeza de una nerpa que salía para respirar. Al poco volvía a sumergirse, pero en unos minutos reaparecía con el mismo aspecto en un lugar no muy distante. Hay que decir que la mayoría de la gente que viajaba en el tren no las vio. A simple vista el espectáculo era poca cosa, pero ¡eran nerpas! unas de las pocas focas de aguas dulce del mundo.




 

Nerpa (Pusa sibirica). Foto del museo del Baikal.
Las nerpas son unas focas bastante pequeñas y rechonchas, de ahí su aspecto bonachón que despierta tanta simpatía entre los turistas. Las focas habitan normalmente aguas marinas así que hallar una especie en agua dulce es algo excepcional, solo ocurre en tres lugares en el mundo, en el Baikal y en los lagos Ladoga (Rusia) y Saimaa (Finlandia). Pero a diferencia de ellos, el Baikal está realmente alejado del mar y rodeado de montañas. Por ello se ha especulado mucho sobre el origen de estas focas, en qué momento y cómo llegaron a colonizar estas aguas interiores. Hay varias hipótesis que tratan de explicarlo, pero no deja de ser un caso realmente curioso en la naturaleza del lago.

sábado, 1 de marzo de 2014

Transiberiano 5 (2013) Los bosques del lago Baikal

Ventanas en Listvianka. César María Aguilar Gómez.
En Listvianka disfrutamos de un entorno de coloridas casas de madera y de los inmensos bosques del Baikal. Iratxe y yo aprovechamos aquellos días para recorrer muchos de los senderos que se adentraban en ellos. Era espectacular poder caminar los bosques de Siberia tras tantos días de tren. Ya tenía ganas. Y, de todos los paisajes que había visto en el recorrido, esos eran los más espectaculares ya que las montañas junto al lago rompen la monotonía de la llanura siberiana. Había una senda que pasaba por la localidad y que trataba de circunvalar todo el lago a modo de un largo GR. Aquel inmenso sendero aún estaba sin trazar por completo.


 


Bosques primaverales. César María Aguilar Gómez.
Según supimos, todos los veranos hacían avanzar un poco el sendero circumbaikal acondicionando con campos de trabajo internacionales zonas cada vez más lejanas. No estaba señalado con pintura al uso pero era fácil de seguir. Nosotros lo tomamos uno de los días. Pero además del Circumbaikal Trail, había más sendas y pequeñas pistas que remontaban los valles que se abrían al lago. Esos bosques de coníferas y frondosas me recordaban, en cierto modo, a los hayedos-abetales de los Pirineos como los de Irati o la Selva de Oza en Navarra y Huesca. Las coníferas eran parecidas, pinos silvestres, abetos y alerces, y lo que más cambiaba eran las frondosas. Lo que allí abundaban eran carpes, abedules y álamos temblones.




Sendero, abedules y abetos. César María Aguilar Gómez.
En junio acaban de brotar las hojas de los árboles caducifolios y el bosque tenía un aspecto muy primaveral. Pero una vez dentro, entre los largos fustes, ver aves era complicado. Aun así,  unas plumas encontradas en el suelo permitían saber de la presencia en el bosque del grévol (Bonasa bonasia). Más sencillo era prestar atención a los prados y las cercanías de las poblaciones. Por allí se dejaron ver entre otras especies el camachuelo carminoso (Carpodacus erythrinus) o el colirrojo dáurico (Phoenicurus auroreus). También la buscarla de Pallas (Locustella certhiola) o, cantando sobre las puntas de los árboles, el bisbita de Hodgson (Anthus hodgsoni).





Colirrojo Phoenicurus auroreus. C.M. Aguilar Gómez.
De mamíferos, nada de nada, y es que hay que tener en cuenta que la densidad de fauna que se da a esas latitudes es realmente baja. Aunque nosotros viéramos un paisaje completamente exuberante y primaveral, pasar un invierno siberiano allí debe ser muy duro. Eso hace que especies de aquellos bosques, como el oso pardo o el glotón, tengan territorios enormes y sean complicadísimos de ver, ni siquiera sus rastros. Y bien que busqué huellas de cualquier cosa en las pistas de barro, pero nada. Más fácil fue disfrutar de la preciosa floración primaveral que había en los prados y bordes de los caminos del bosque.





Algunas de las flores de junio. César María Aguilar Gómez.
Aún estando muy lejos del terruño, podía reconocer algunas especies y es que a las más norteñas de la península Ibérica solemos denominarlas eurosiberianas y por algo es. En el sotobosque me encontraba con groselleros (Rubus sp), arandaneras (Vaccinum sp) o saucedas (Salix sp). También mucha presencia de helechos y especies de suelos encharcados y húmedos como lirios (Iris ruthenica), pulsatillas (Pulsatilla patens), violetas amarillas (Viola sp), aguileñas (Aquilegia sp), aleluyas (Oxalis acetosella) o la abundante  Trollius kytmanovii.


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