sábado, 24 de mayo de 2014

Observaciones de osos en la Cordillera Cantábrica 1

Osa con crías. Asturias. Mayo 2012. C.M. Aguilar Gómez
Comprobar cómo los osos en la Cordillera Cantábrica están recuperándose es esperanzador. Hasta hace una década, la situación parecía bastante sombría y los esfuerzos de conservación de fundaciones, asociaciones y administraciones no permitían ver una clara mejoría. Hoy la situación es distinta y, aunque los números siguen siendo bajos y la población vulnerable, la tendencia ya es otra. El pasado mes de abril estuve por Asturias viendo osos con mi amigo David Calleja y, como en anteriores ocasiones, hemos podido tener buenas observaciones a telescopio. Hoy en día, sabiendo cuándo, cómo y dónde buscar hay más posibilidades de ver osos que hace algunos años. Y además sin ocasionarles ninguna molestia.



Osa con crías. Asturias. Mayo 2012. C.M. Aguilar Gómez
Sin embargo, hubo una época en la que dar con un oso casi era algo “sobrenatural”. En la década de los noventa, cuando yo estudiaba la carrera de Biología en León, sabíamos que estaban ahí, alguien los veía, encontrábamos sus huellas, hacíamos esperas en la montaña… pero los resultados eran francamente escasos. En mi caso fui uno de los afortunados y vi mi primer oso en el invierno de 1993. La insistencia dio sus frutos. Durante el otoño e invierno, la época más ociosa para un estudiante, subía los fines de semana a la montaña de Riaño a buscarlos. Para la gente alejada del mundillo conservacionista era un hobby algo excéntrico. "¿A dónde vas el fin de semana?, -a ver osos, -¿pero aún quedan?” Quedar quedaban, pero verlos ¡uf!




 David y yo tras los osos. Riaño 1992 C.M. Aguilar Gómez
La zona que yo visitaba pertenecía al núcleo oriental, en el norte de León y Palencia. Allí siempre hubo una población osera menor que en el occidente asturiano, pero para mí Riaño estaba más a mano. Además tenía una razón importante para acudir a esos montes, “salsero”. Unos años antes Tony Clevenger y Pancho Purroy habían capturado y marcado con radioemisor al primer oso cantábrico  en el paraje “La Salsa” de Riaño, de ahí su nombre. El lugar eran unas campas abiertas rodeadas de hayedos y robledales. Hace no mucho Purroy recogió algunas de esas andanzas en un libro de memorias.“La Salsa” fue un lugar de peregrinaje para mí, un sitio iniciático. Tony Clevenger había publicado el estudio de ese seguimiento en un libro que estaba en la biblioteca de la facultad.


Huellas 1993. Diapo. C.M. Aguilar Gómez
Con el libro debajo del brazo, y buscando los parajes de los que hablaba, me cogía el autobús a Riaño y me pasaba muchos fines de semana de otoño e invierno tras las pistas de los osos. La mayoría de las veces subía solo, pero luego ya comencé a compartir salidas con mi amigo David Calleja que venía desde Lugo y que tenía la misma obsesión. Ver huellas no era difícil pero dar con un oso era toda una suerte. Eran años en los que no existía el turismo osero que hay hoy en día, la población era menor y teníamos peor óptica. También menos conocimientos de cómo y dónde hacer las observaciones, así que lo habitual era no ver nada, a pesar de las esperas.

Con tan pocas expectativas no era fácil convencer a mucha gente para ir “a ver osos”, de modo que la mayoría de las veces subía solo a Riaño. Y así hice aquella primera observación de oso, sin nadie con quien cruzar una palabra. Mientras fotografiaba unas huellas en la nieve puede oír un caminar lento detrás de unos acebos y, sin aún percatarse de mi presencia, un oso avanzaba dentro del bosque a no más de 20 metros.


Mi primer 0so. Riaño 1993. Diapo. C.M. Aguilar Gómez.
Yo aún tenía el ojo metido en el mirador de la cámara cuando, instintivamente, levanté la cabeza y lo seguí a través del objetivo. Ni me atreví a disparar. El silencio era tal, y la distancia tan corta, que un simple click lo habría puesto a correr. Esperé su evolución y al momento detectó mi olor, levantó el hocico para coger el aire y se quedó mirando buscando mi silueta entre los árboles. Un oso tiene poca vista pero gran olfato así que, aunque no me moviera, ya sabía de mi presencia. Con un tembleque enel pulso, producto de una mezcla de miedo, emoción y adrenalina, disparé la cámara. Al primer click dio media vuelta y se marchó, era un oso joven de los que al segundo año acaban de independizarse. Y la foto salió.



Turismo osero ¡vaya cambio! C.M. Aguilar Gómez.
De no haber estado los dos tan quietos habría obtenido un borrón por foto ya que la luz allí dentro era realmente escasa. Luego comprobé, por los rastros en la nieve, que no había un oso sino dos. Eso es algo que a veces ocurre cuando se independizan juntos dos hermanos de una camada que, durante un tiempo, se desplazan juntos. Aunque solo me había topado con uno, el otro no debía de estar lejos. Hoy, con tanta gente queriendo ver osos, se impone la prudencia y las esperas alejadas a telescopio, nada de seguirles los rastros y demás. Se disfrutan durante más tiempo y uno puede verles comportarse de forma normal. Un lujo con el que aún contamos en el sur de Europa y al que trato de acudir cada temporada.

2 comentarios:

  1. Gran entrada, Cesar! Espero la segunda parte!

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    Respuestas
    1. Pues atento! que en la segunda entrada van las fotos realmente buenas... no estas testimoniales.

      Saludos,

      Cesar Mª Aguilar

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