lunes, 20 de abril de 2015

Brasil 9 (2014) Aguas turquesas y peces únicos

Pozo Encantado y su haz de luz. C.M. Aguilar Gómez.
Las cavidades de Pozo Encantado y Pozo Azul se sitúan en una extensa plataforma caliza al este de las sierras de la Chapada Diamantina. Después de ver ríos y cascadas de aguas rojas, resultó todo un contraste encontrar lagos kársticos con aguas azul turquesa. Ambos pozos son dolinas colapsadas que dejan ver lagos subterráneos a los que llega la luz de la superficie. Sus aguas no tienen materiales en suspensión y son completamente cristalinas, de modo que la luz llega hasta el fondo dando la apariencia de que éste se encuentra a unos metros de la superficie. En realidad está a gran profundidad. La zona más profunda del Pozo Encantado está a 65 metros pero se muestra con total nitidez.



 
Iratxe y yo. Pozo Encantado. C.M. Aguilar Gómez.
Pozo Encantado tiene el aliciente de que, entre abril y septiembre, un gran rayo de luz atraviesa el agua y crea una imagen casi irreal. Nosotros entramos un día nublado y nos colocamos los cascos para acceder a una galería seca a esperar al rayo. El paisaje, sin necesidad del rayo, ya sobrecoge pero todos esperábamos verlo. A pesar de las nubes iniciales afuera tuvimos suerte y, al cabo de un rato, el rayo apareció. Las aguas de este sistema kárstico se mantienen a una temperatura casi constante de 25 grados. Así que, cuando empezó el turismo en los pozos, lo primero que apetecía era bañarse en aquel ambiente. El fondo está tan profundo que no había riesgo de crear ninguna turbidez.



Fondo de Pozo Azul desde el agua. C.M. Aguilar Gómez.
Uno de los guías de Pozo Encantado encontró un día allí un curioso pez despigmentado. Lo dio a conocer y estudiaron el pez, vieron que se trataba de una especie de pez gato aún no descrita, endémica de la zona. A partir de 1990 se prohibió el baño en Pozo Encantado para preservar su hábitat. La caverna se siguió visitando, pero sin baños y con un límite de 25 personas cada media hora. Hoy en día unos 7000 visitantes al año pasan por él. En la segunda de las cavidades, Pozo Azul, sí permiten el baño. Te obligan ponerte un chaleco y te dejan unas gafas de buceo para que puedas ver el fondo. Si creía que había disfrutado suficiente en Pozo Encantado, lo de Pozo Azul lo igualaba y superaba.



Bañistas. Pozo Azul. C.M. Aguilar Gómez.
Pozo Azul es más pequeño, unos 30 x 20 metros, pero allí estas en medio del agua cuando los rayos están iluminando la cavidad. Mirar la profundidad de la cueva a través de las gafas era hipnótico, haces de luz bailando continuamente al ondular la superficie del agua.

Este pozo es menos profundo, pero eso es relativo porque debajo de ti aún hay 40 metros. Recientes expediciones arqueológicas han hallado en el fondo miles de fósiles de fauna actual y también de parte de la megafauna que ocupó Sudamérica en otras épocas. Entre lo más grande hallado están los fósiles de mastodontes y de perezosos gigantes. 

Pero no es la única sorpresa que albergaba. Mientras disfrutaba de la luz, un minúsculo crustáceo vino a comerme células muertas del dedo gordo. Es algo habitual con los camarones. Pero además, vi un pequeño pececillo moviéndose sobre las rocas. ¡Era un pez de aquellos endémicos! Me quedé sorprendido ya que nadie lo contaba allí.



Rhamdiopsis krugi en Pozo Azul. C.M. Aguilar Gómez.
Más tarde busqué información de esos peces y, al menos la comunidad científica sí tenía conocimiento de su presencia, en esa y en algunas cavidades más de los alrededores. Es cierto que te obligan a ducharte antes entrar y creo que no dan énfasis a la presencia del pez porque ello fue el motivo de prohibir el baño en Pozo Encantado y entrarían en contradicción. Pero los peces se ven y no parecen muy afectados, no eran raros, se les veía a poco que prestaras atención. La especie en cuestión es Rhamdiopsis krugi que ha sido descrita “anteayer”en el 2010. El animal tiene la apariencia de un pez gato o siluro enano completamente despigmentado y se alimenta de larvas de insectos y microcrústaceos.

viernes, 10 de abril de 2015

Brasil 8 (2014) Aguas rojas y flora del cerrado

Río cerca de Lençois. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
La Chapada Diamantina, como región, ocupa unos 38000 km2. Solo una pequeña parte corresponde al parque nacional con ese nombre, unos 1500 km2. La población de Lençois es un buen punto de partida para conocer algunos de los parajes más atractivos del parque nacional. Nosotros realizamos recorridos de ida y vuelta desde allí, a pie o en vehículo con conductor, según los lugares que queríamos visitar. Algunos lugares necesitan varios días a pie, como el pintoresco valle del río Pati que no tiene acceso rodado, pero sitios así los tuvimos que dejar para otra ocasión todo lo hicimos yendo y viniendo en el día. Lençois es una población pequeña, unos 1000 habitantes, y en cuanto sales de ella ya estás inmerso en un denso matorral y bosque de cerrado.



Aguas rojas de Ribeirão do Meio. C.M. Aguilar Gómez.
No es necesario irse muy lejos de la población para encontrar lugares de interés, aunque para conocer los más espectaculares del parque has ir en vehículo.  De Lençois salen varios a pie y la mayoría pasan, en un momento u otro, por alguna de las múltiples cascadas de la zona que allí llaman cachoeiras. Los ríos no dejan indiferente a nadie por el color de sus aguas. Son ríos de aguas rojas, de color de té o “aguas negras” como las llamó el naturalista Alfred Wallace al clasificar las aguas tropicales de Sudamérica en el siglo XIX. Es una sensación extraña. Uno asocia ese color a la contaminación o la presencia de óxidos de hierro, pero ni una ni otra es la causa.




Gran Philodendron saxicolum. C.M. Aguilar Gómez.
El color oscuro, rojizo casi negro, lo producen los taninos y otras sustancias de la descomposición de las hojas que van al río. Debido a los ácidos húmicos las aguas de esos ríos son ligeramente ácidas y parece ser que también pobres en vida. Al llevar pocos sólidos en suspensión, pocos minerales inorgánicos disueltos, la producción primaria se ve limitada. Los recorridos nos llevaron a visitar ríos con ese color y cachoeiras como las Ribeirão do Meio, La Primavera, Cachoeirinha y Serrano. Lo que hoy en día son apacibles riberas y cascadas, fueron en otro tiempo lugares de extracción de diamantes. Las fotos históricas muestran una actividad frenética, momentos en los que Lençois tenía unas diez veces más población que hoy en día.



Algunas flores del cerrado. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Otro de los atractivos de la Chapada es su vegetación. Para mí la más interesante fue la de los llamados campos rupestres, donde la roca aflora a la superficie y se dan condiciones muy particulares para una buena diversidad de especie de flora. Por doquier se veían unas aráceas de grande hojas, Philodendron saxicolum, muy apreciadas en terrarios y jardines botánicos por su gran porte. Con estas alternaban bromelias, begonias y cactus. Entre las plantas y arbustos florecidos estaban las rojizas crestas de gallo (Spigelia pulchella), las moradas flores de las Tibouchina sp, las azules flores de la leguminosa Periandra mediterranea o las grandes flores amarillas de Mandevilla hirsuta. Un despliegue de colorido.

jueves, 2 de abril de 2015

Brasil 7 (2014) Lençois y su brillante pasado

Mata atlántica cerca de Salvador. C.M. Aguilar Gómez.
Tras los días de costa nos encaminamos hacia el interior del país pasando por la capital del estado, Salvador de Bahía. El entorno de la ciudad aún está cubierto por un bosque secundario exuberante, con palmeras y árboles de rápido crecimiento como los del género Cecropia. 400 kilómetros al oeste se encuentra Lençois una población que usamos como base para visitar el Parque Nacional de la Chapada Diamantina. Al principio del viaje, a través del autobús, pudimos ver aún un paisaje de verdes pastos, palmeras y restos de mata atlántica atrincherada en los cerros. Pero pronto quedaron atrás esos paisajes y la aridez empezó a tomar presencia.




Inselbergs y paisaje de caatinga. C.M. Aguilar Gómez.
En el interior del nordeste de Brasil aparecen dos ecosistemas semiáridos, la caatinga y cerrado. En el trayecto veíamos, de vez en cuando, afloramientos rocosos conocidos como inselbergs. También extensiones de árboles y arbustos de hoja caduca, cactus (Cereus sp) y suelos rojizos. Al final del trayecto llegamos a la Chapada Diamantina, una zona de mesetas donde alternan hábitats propios de la caatinga, del cerrado e incluso de la mata atlántica. También un hábitat llamado campo rupestre que se da sobre las altas mesetas sedimentarias de la zona. Esos lugares son ricos en especies endémicas de flora y, en cierto modo, me recuerdan a "mundos perdidos" de los de los tepuis venezolanos.



Lençois y su bellas edificaciones. C.M. Aguilar Gómez.
Esa parte de Brasil tiene otros encantos además de los naturales, uno de ellos es su historia reciente. A mediados del siglo XIX la zona de Lençois  fue un lugar de atracción para muchos brasileños al descubrirse los diamantes. La erosión fluvial había sacado, a lo largo de millones de años, las piedras preciosas de las montañas y aparecían en los suelos de los ríos. Fue como una fiebre del oro a la brasileña. Los mineros, los garimpeiros, pronto comenzaron a batear las arenas de los ríos. Pero no solo los ríos, también excavaron los estratos aluviales consolidados haciendo profundos y peligrosos pozos donde no pocas personas acabaron sus días enterradas por los derrumbes.




Casa de "coroneles" en Lençois. C.M. Aguilar Gómez.
La explotación de los diamantes apenas duró dos décadas y a partir de 1870 la actividad entró en decadencia. A comienzos del siglo XX el diamante de aluvión se agotó y comenzó la época de los “coroneles”. Las familias dominantes trataron de subsistir disputándose el poder sobre un territorio que ya no producía las ganancias de décadas anteriores. Los terratenientes, en esa y muchas otras zonas del interior, gobernaron a sangre y fuego. Se dió entonces un bandolerismo singular, los "cangaçeiros" auténticos ejércitos de parias y bandidos que saquearon haciendas hasta 1930. De toda esa historia participó Lençois y sus coroneles.




Diamantes tallados. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
La arquitectura de Lençois es un reflejo de la bonanza de la época del diamante, aunque al agotarse aquel ciclo la población entró en decadencia. Entre 1980 y 1996 la economía de la región comenzó un nuevo ciclo al mecanizarse la extracción de diamantes, pero la actividad fue prohibida con la creación del parque nacional. Hoy vive del turismo. Como ejemplo de esos impactos, uno de los guías nos habló de un río con sedimentos de 7 metros de profundidad, a lo largo de 20 kilómetros, depositados por el lavado en los garimpos en la cuenca. Hoy en día aún hay diamantes en los aluviales, aunque el esfuerzo apenas compensa. Aun así, hay pequeñas cooperativas con concesiones casi artesanales que mantienen aquel oficio.


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