martes, 22 de septiembre de 2015

Nueva York 5 (2014) Tópicos y música negra

 Saint Patrick en la 5ª Avenida. C.M. Aguilar Gómez.
Por las anteriores entradas del blog parece que el principal interés de Nueva York sea su naturaleza y sus museos. No es así. Es de entender que se trata de un sesgo para este blog. Uno hace en las ciudades lo que todos los turistas y en Nueva York eso incluye caminar entre la multitud, sorprenderse con las luces de Times Square, ver pasar policías montados a caballo en medio del tráfico urbano, dejarse el cuello mirando hacia arriba para contemplar rascacielos, observar con escepticismo iglesias góticas construidas fuera de época o descubrir barrios de casas con escalinatas de acceso a los portales. Eso es Nueva York, lo típico de Nueva York, lo que los medios proyectan a medio mundo.



Policía en Times Square. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Hay otras zonas cuyo interés depende de cada uno y de cómo emplee su tiempo. Para mí el edificio de La Bolsa, el New York Stock Exchange en Wall Street no pasa de ser un sitio sin interés donde se da rienda suelta a la codicia de nuestra especie. Aunque Manhattan concentra casi todo lo que uno puede querer ver en una primera visita, hay muchas cosas más allá de la isla. Es cuestión de tiempo y ganas. Una de ellas, también típica, es tener una visión de la amalgama de rascacielos desde el mar o desde Brooklyn. Para lo primero uno puede tomar el ferry gratuito que sale de Battery Park hacia Staten Island.





Gaviota Delaware y Pte. Brooklyn. C.M. Aguilar Gómez.
Desde el ferry a Staten Island se ve la ciudad, la bahía y, de paso, la estatua de la libertad. Si luego uno siente la necesidad de volver a verla y subir a ella, que prepare presupuesto y tiempo para las habituales filas de espera. Para nosotros fueron suficientes las vistas desde el ferry. Además, tanto el río Hudson como en East River tienen su punto natural, las gaviotas de Delaware (Larus delawarensis). Desde Brooklyn también las vistas de Manhattan merecen la pena. En especial es una buena ocasión para ir allí a última hora de la tarde, cuando los edificios y los puentes empiezan a iluminarse. Es una imagen que el cine nos ha mostrado en numerosas ocasiones. Luego el regreso a pie por el puente también tiene su encanto.



En la cartelera del teatro Apollo. Foto: Iratxe González
Más al norte de Central Park se extiende el Harlem que hoy en día se puede visitar con total tranquilidad. Así hicimos varios días. Tenía ganas de conocer una de las mayores comunidades negras de Estados Unidos. En Nueva York las calles y avenidas se identifican por números, pero allí algunas suelen tener nombres de gente importante para la comunidad. Son nombres de músicos y defensores de los derechos civiles, como el boulevar Malcolm X o las calles Tito Puente y James Brown. El Harlem fue una coctelera de creatividad pero es, en cierto modo, un patrimonio inmaterial. Uno va allí y eso no se ve tan claro como si visitara un edificio o un museo, es otra cosa. Pero sí hay un sitio donde se puede palpar ese ambiente, es en el mítico teatro Apollo.



George Clinton y P-Funkadelic. C.M. Aguilar Gómez.
En el Apollo coincidimos con un concierto homenaje a Bob Marley al que acudieron los mismísimos Wailers. Estuvo genial. Toda la estancia en Nueva York fue muy musical, en Broadway un musical sobre el sello de soul Motown con temas de Los Temptations, Las Supremes, Jackson Five, Stevi Wonders...; en el Club Smalls jazz be bop; en la sala de B.B.King el rabioso funk de George Clinton y Parlament Funkadelic y en el Blue Note el jazz vocal de la italiana Roberta Gambarini con el cubano Paquito de Ribera que surgió espontáneo de entre el público y se tocó un par de temas con ella. Y para el último día misa en el Harlem. Ateo, creyente o agnóstico es algo que uno no puede perderse. Allí vimos al reverendo Marvin Moss con su pastor Kenneth Thornton "el ministro de la música" sentado al piano de cola, al Hamond, acompañado de batería y coros. Buen final para nuestra estancia en NY.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Nueva York 4 (2014) Un par de museos: historia natural y pueblos nativos

Montaje para la piel de un jirafa.

Nueva York tiene una amplia oferta cultural de museos, exposiciones y galerías de arte. Uno debe elegir entre aquello que más le interesa y centrarse, en especial, en lo que no puede ver en otros lugares. En invierno los museos son una buena opción para escapar del frío de las calles. Y el invierno en Nueva York puede ser muy muy duro... lo pudimos constatar algunos de los días ue pasamos por allí .

Señalaré aquí solo dos de los museos que nosotros visitamos, los que tienen más relación con los contenidos de este blog: el Museo Americano de Historia Natural, ubicado en Central Park, y el Museo del Indio Americano, cerca de Battery Park. El primero es  multitudinario y enorme. Si quieres hacer una visita completa a sus exposiciones necesitarás un montonazo de tiempo, así que cada uno elige entre lo que más le atrae de su oferta. El segundo es menos conocido, es gratuito y con exposiciones temporales mucho más abarcables.





Recreación de okapis en su hábitat. C.M. Aguilar Gómez.
En el museo de historia natural me interesaba la parte natural y etnográfica, aunque hay también secciones de paleontología, minerales y astronomía que no visité. Prefiero ver menos a pasar por salas y salas como un zombi. Hay que tener en cuenta que el museo cuenta con 46 salas de exposiciones permanentes. Entre ellas están las “añejas”, por así decirlo. El museo se creó a finales del siglo XIX y una parte del trabajo en la zoología de aquellos años consistía en recolectar cantidad de ejemplares por todo el mundo para estudiarlos y exponerlos. Hay salas temáticas que presentan montajes de diversos hábitats del mundo por continentes con buena parte de su fauna.



Ballena azul, zona de los océanos. C.M. Aguilar Gómez.
Las vitrinas exponen animales disecados y paisajes pintados de forma muy realista. Hoy en día ya no impactan como antes, pues los documentales nos han mostrado esos mismo animales en libertad.  En ese sentido tienen un punto kitch, de otro tiempo. Pero hay que poner esas exposiciones en su contexto y es entonces cuando se aprecia el esfuerzo que realizaron en aquellos primeros años del siglo XX. Montar las pieles traídas de las expediciones y que aquello quedara con aspecto natural, era un reto. Había que tener una muy buen idea de la anatomía de animales  poco conocidos. En la práctica había que esculpirlos de la forma más realista para montar luego las pieles de la mejor manera. Todo un arte.



Máscara de indios del Pacífico. C.M. Aguilar Gómez.
El resultado de las exposiciones, en ese contexto, es muy bueno. Para pintar los paisajes los dibujantes viajaron a los lugares originales para tener referencias reales. Hay veces que parece que estas viendo una foto, no una pintura. Además de esa parte “añeja”, el museo adopta formas más actuales en la dedicada a la diversidad marina. Destacan las recreaciones de cetáceos como una ballena azul a tamaño natural. Otra parte interesante son las colecciones etnográficas procedentes de culturas de los cinco continentes. También de los nativos americanos, algo que luego tendría ocasión de ver en el Museo del Indio Americano.
 


Cheyenne, Arapaho, Comanche y Kiowa El Capitolio.
Este segundo museo que comento por aquí se basa en exposiciones temporales y tiene un concepto algo distinto del anterior. Se trata de un museo que también sirve para dinamizar y poner en valor la contribución actual de las culturas nativas. De lo que había esos días me llamó la atención una exposición de fotografías de Horace Poolaw (1906–1984), un nativo Kiowa que comenzó a documentar a su gente a partir de los años 20.  Su trabajo coincidió con grandes cambios culturales tanto en la sociedad norteamericana como en la continuidad de la tradición entre los nativos. Es por ello que sus fotografías son un documento impagable. Son las imágenes de indios que todos conocemos pero en un contexto ya del siglo XX. Indios coexistiendo con la modernidad y con el resto de la sociedad norteamericana.

domingo, 6 de septiembre de 2015

Nueva York 3 (2014) Central Park 2, ¿un lugar para ver aves?

Cardenal Cardinalis cardinalis. C.M. Aguilar Gómez.
En Central Park hay oportunidades para ver aves a lo largo de todo el año. 192 especies son vistas con frecuencia entre aves residentes, estivales,  invernantes y regulares en ambos pasos migratorios. Si sumamos las divagantes y accidentales el registro sube a 275 especies según cuentan los ornitólogos locales. No es poco para ser un parque urbano. Por ello no es de extrañar que la Sociedad Nacional Audubon declarara en 1998 a Central Park como un Área Importante para las Aves dentro del estado de Nueva York. Los días que estuve por allí pude ver muchas menos, pero la mayoría de especies no las había visto nunca. Una, llamativa por su colorido y estridente por su llamada, fue el arrendajo o chara azul (Cyanocitta cristata). Los ves enseguida.




Pato joyuyo Aix sponsa. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Pero la timidez de los cardenales norteños (Cardinalis cardinalis) resulta más atractiva. Para verlos es necesaria un poco de paciencia, aunque son residentes y pueden verse en cualquier época del año. Los estanques y lagos también albergan un buen número de acuáticas interesantes. Entre ellas el extravagante pato joyuyo (Aix sponsa). Tan habituados estamos a verlo en colecciones zoológicas que hay que recordar que allí sí son nativos. Otras acuáticas, igual de atractivas y comunes, eran el porrón albeola (Bucephala albeola) o la serreta capuchona (Lophodytes cucullatus). En general, la mayoría de las aves que se ven en el parque son más confiadas de lo que estamos acostumbrados y eso hizo que pudiera ver y fotografiar varios pícidos.


Chupasavia  Sphyrapicus varius. C.M. Aguilar Gómez.
Cuatro especies de pájaros carpinteros vi por allí. El precioso carpintero de Carolina (Melanerpes carolinas) con su llamativa cabeza roja; dos especies muy similares en su diseño,el pico pubescente (Picoides pubescens) y el pico velloso (Picoides villosus); y el chupasavia norteño (Sphyrapicus varius). Este último es una de los dos únicas especies de pícidos con comportamiento migratorio en Norteamérica. Antes de viajar a Nueva York estuve buscando algo de información de las aves que podía ver en la ciudad y encontré una curiosa historia, la de un busardo colirrojo (Buteo jamaicensis) con nombre propio, Pale Male, que emocionó a los habitantes de la ciudad.



Busardo colirrojo Buteo jamaicensis C.M. Aguilar Gómez
A ese busardo le dio por criar en un lujoso edificio de la Quinta Avenida y cuando los propietarios se plantearon eliminar el nido la respuesta no se hizo esperar, cientos de aficionados se movilizaron y lo impidieron, todo un ejemplo. Pale Male fue objeto de seguimiento y el orgullo de los neoyorkinos durante muchos años. Hay numerosos reportajes televisivos y hasta una película documental sobre aquel hecho “La leyenda de Pale Male”. Merece la pena ver alguno de ellos en youtube. No sabía cómo de habitual era ver esos busardos en Nueva York pero el caso es que el primer día en Central Park ya di con uno posado en un árbol. ¿Algún descendiente de Pale Male?... Quizás. 



Mapache (Procion lotor) dormido. C.M. Aguilar Gómez.
Comprobé también la sensibilidad que tienen los neoyorkinos por las aves mientras observaba al busardo. Al poco de verme con los prismáticos, un tipo que paseaba a su perro se interesó por lo que miraba. «Hawk, hawk like Pale Male», le dije al preguntarme, sabiendo que podía sonarle. Me relagó un  sonoro «Waaaooo» mientras abría exageradamente los ojos y sus cejas describían un amplio arco bajo su frente. No fue el único día que vi al busardo. Más me costó encontrar a los mapaches (Procion lotor). Así como las ardillas grises (Sciurus carolinensis) son diurnas y omnipresentes en el parque, los mapaches son nocturnos y esquivos. Solo el último día di con uno en lo alto de un árbol. Evidentemente, en esas horas diurnas estaba completamente dormido.


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