miércoles, 15 de marzo de 2017

Nueva Zelanda 2 (2016) El Parque Regional Shakespear

Bosque y pastos P.R. Shakespear. C.M. Aguilar Gómez
El primer espacio natural que conocimos en Nueva Zelanda fue el Parque Regional Shakespear. Se trata de una pequeña reserva con bosque nativo, actividad ganadera y uso recreativo en  una península de aproximadamente 2 x 2 km. El acceso está vallado ya que en su interior se trabaja para erradicar la presencia de mamíferos terrestres alóctonos, que en Nueva Zelanda son todos los que hay.

Estas zonas de exclusión solo son posibles en islas o penínsulas con acceso vallado y son la única oportunidad para recuperar muchas especies de aves autóctonas. Hay iniciativas similares en muchos lugares de Nueva Zelanda con el apoyo y la colaboración de voluntarios.




Hemiphaga novaeseelandiae. Foto: C.M. Aguilar Gómez
En Shakespear comenzamos a ver las primeras aves autóctonas, como la preciosa paloma maorí (Hemiphaga novaeseelandiae) que sorprenden por su mansedumbre. Estas palomas se encuentran, junto a las guras de Nueva Guinea, entre las palomas más grandes del mundo.

En los prados encharcados del área recreativa eran comunes la garceta cariblanca (Ardea novaehollandiae) y el calamón de Australasia (Porphyrio melanotus), uno con aspecto prácticamente igual al del calamón común hasta el punto que algunos lo consideran solo una subespecie de este. Estos calamones son abundantísimos por todo el país especialmente en la isla norte.



Prosthemadera novaeseelandiae sobre Phorminun sp.
Por allí comenzamos a ver los primeros mieleros tui (Prosthemadera novaeseelandiae) una de las especies autóctonas mejor distribuidas y conocidas de Nueva Zelanda. Los tuis tienen unas curiosas plumas blancas que le sobresalen de la garganta, a modo de pajarita, y un canto melodioso y potente con el que imitan a otras especies y sonidos del ambiente como alarmas, móviles… algo así como hacen nuestros estorninos.

Los tuis se alimentan del néctar de flores de especies autóctonas como Sophora sp. o Phormium sp., de modo que solo es común allí donde la vegetación original de la isla se ha mantenido.





Colín (Callipepla californica) Foto: C.M. Aguilar Gómez
Pero lo que más me sorprendió en este primer contacto con la avifauna de las antípodas fue la abundancia de aves introducidas, tanto europeas como la alondra (Alauda arvensis) o el escribano cerillo (Emberiza citrinella), americanas como el colín de California (Callipepla californica) o australianas como el perico multicolor (Platycercus eximius) o la codorniz de Tasmania (Synoicus ypsilophorus).

Parece que la presencia de aves exóticas se tolera y solo se incide en el control de mamíferos exóticos. Una vez introducidas, y alcanzados los tamaños poblacionales actuales, ya no se repara en ellas y parece que se consideran más un síntoma de los cambios del paisaje que una amenaza para las aves autóctonas.

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