martes, 23 de mayo de 2017

Nueva Zelanda 9 (2016) P.N. Abel Tasman y Kaikoiura

P.N. Abel Tasman bosques y bahías C.M. Aguilar Gómez
Tras salir de la zona venteada del estrecho de Cook, el ferry se fue adentrando en un paisaje de aguas calmadas y costas intrincadas. Este es otro de los atractivos de cruzar el estrecho, que para llegar a Picton, el puerto de destino, se pasa por una zona de fiordos costeros con laderas densamente boscosas.

En esta región se asentaron varias factorías balleneras a comienzos del siglo XIX. Algo de todo ello, y de su origen maorí, se puede conocer en un pequeño museo de la encantadora Picton. De allí partimos hacia el noroeste de la isla sur, al encuentro con el parque nacional Abel Tasman.





Vegetación en el sendero costero. C.M. Aguilar Gómez.
En esta zona costera comienzan los paisajes de bosques hiperhúmedos que se nutren de los frentes cargados de agua que vienen del mar de Tasmania. Aquí las grandes bahías y la protección del intrincado paisaje de fiordos proporciona un mar calmado junto a la costa.

La combinación de bosques y bahías tranquilas es uno de los platos fuertes del P.N. Abel Tasman. En él se encuentra un sendero de gran recorrido (equivalente a nuestros GR) muy popular entre los neozelandeses. El recorrido tiene pocos desniveles, ya que va paralelo a la línea costera, y permite en varias etapas sumergirse en un paisaje de aspecto primigenio.




Rascón weka (Gallirallus australis) C.M. Aguilar Gómez
En muchas ocasiones el sendero transita por tramos de playas con arenas doradas donde hay que estar atento a los fuertes cambios de nivel de las mareas. En estas playas son comunes la gaviota plateada australiana (Larus novaehollandiae), la gaviota cocinera (Larus dominicanus), el ostrero variable (Haemantopus unicolor) o el chorlitejo bicinchado (Charadrius bicinctus).

El bosque del Abel Tasman es solo el comienzo de un tipo de paisaje costero de hayas australes y podocarpos, común a gran parte de la costa oeste de la isla sur, en el que la vegetación lo ocupado todo. Dentro del bosque la densidad de helechos, musgos y trepadoras crean un ambiente umbrío de “selva fría”. 




Kaikoura con su cordillera nevada. C.M. Aguilar Gómez
Recorrimos el sendero de Marahau a Anchorage. En él hay zonas de acampada y refugios donde los senderistas han de estar atentos al descarado rascón weka (Gallirallus australis) que, aunque aquí es común y muy notorio, solo está presente en unas pocas zonas del país.

Tras el recorrido por el Abel Tasman nos dirigimos hacia Kaikoura, en la costa este, un lugar especialmente favorable para la vida marina. A pocos kilómetros de la  costa, el fondo marino se precipita hacia las profundidades abisales y afloran nutrientes a la superficie. La elevada productividad favorece la presencia de cetáceos y todo tipo de aves marinas.

  


Cormorán Phalacrocorax punctatus C.M. Aguilar Gómez
Poco antes de llegar a Kaikoura, por la carretera costera, ya ves esa riqueza. Por allí encontramos buenas colonias de lobos marinos (Arctocephalus forsteri) y cormoranes moteados (Phalacrocorax punctatus). En Kaikoura probé fortuna para ver cetáceos con una compañía de ecoturismo que fundó la población maorí local y que hoy tiene varios barcos y sale varias veces al día. 

Las salidas se centran en la búsqueda de cachalotes pero ese día no hubo suerte. Ni cachalotes ni ningún otro cetáceo. Eso sí, para marinas también es espectacular y vimos especies como la pardela de Westland (Procellaria westlandica), el petrel damero (Daption capense), el potoyunco (Pelecanoides urinatrix) y varios especies de albatros (Diomedea sp).

sábado, 13 de mayo de 2017

Nueva Zelanda 8 (2016) De camino a la Isla Sur

Volcanes nevados P.N. Tongariro. C.M. Aguilar Gómez.
Una vez que terminamos de recorrer la zona geotermal de Rotorua, sentimos que el tiempo en nuestro viaje se nos echaba encima. Nueva Zelanda tiene tantos sitios que ver que, a poco que te pares en cada uno, los días se pasan volando. Y la isla sur dicen que es el plato fuerte.

En la ruta hacia el sur pasamos junto al parque nacional Tongariro, del que todo el mundo habla muy bien. Tiene algunos senderos con buenas vistas a sus volcanes tipo “Fuji” que deben merecer mucho la pena. Pero las lluvias condicionan lo que puedes visitar a esas alturas en la húmeda isla norte.





Whakapapa, acceso P.N. Tongariro. C.M. Aguilar Gómez.
Llegamos a la zona a última hora de la tarde y, de lejos, comenzamos a ver sus cumbres nevadas de más de 2000 metros. Parecía increíble verlo tan despejado para lo que habíamos leído de allí, así que nos dirigimos a Whakapapa con idea de aprovechar la oportunidad al día siguiente.

Pero como sucede tantas veces en la isla, el tiempo cambió rápidamente y, salvo un corto recorrido en torno a la Whakapapa, poco más pudimos ver del parque nacional Tongariro. La niebla y la lluvia se adueñaron del paisaje y aquello se convirtió en la morada de Mordor. Decidimos no resistirnos y continuamos la ruta.





Wellington y sus laderas periféricas C.M. Aguilar Gómez
Dejamos Tongariro y su mal tiempo y condujimos hasta Wellington, la capital del país. Tras un día entero de carretera solo llegamos a tiempo para dar un paseo a media tarde por la ciudad y para pasar la noche allí.

Como ocurre en gran parte del país, poca gente vive en el centro de las ciudades y este suele quedar para servicios y ocio. Wellington está rodeada de colinas verdes repletas de casas bajas unifamiliares con frondosos jardines. Sorprende ver la diversidad de edificaciones y formas constructivas, completamente alejados de los esquemas de viviendas unifamiliares homogéneas de otros lugares.




Calle Cuba en Wellington. Foto: C.M. Aguilar Gómez.
Paseamos por una de las zonas más amigables del centro para un visitante, la calle Cuba y su entorno. En esa parte de la ciudad, el centro financiero de edificios altos y grises deja paso a una zona comercial con calles peatonales, tiendas, pubs y restaurantes.

Poco más vimos de esta ciudad, que casi siempre está barrida por un viento draconiano. Aunque la ciudad se abriga en una bahía, se encuentra en un lugar de paso de fuertes vientos, los que recorren el estrecho de Cook. Cruzamos el estrecho en un viaje en ferry de tres horas y el viento no defraudó, aunque el tiempo fue insólitamente despejado.





Estrecho de Cook y Diomedea sp. C.M. Aguilar Gómez.
El estrecho no se descubrió hasta 1770, cuando James Cook dio con él circunvalando la isla norte. De ahí su nombre. Sin embargo, fue Abel Tasman el que tuvo el primer contacto con estas tierras, en 1642, pero entonces no llegó a identificar el estrecho y ni siquiera tomó tierra en Nueva Zelanda. Al parecer, los maoríes rechazaron las intenciones de Tasman de desembarcar.

El estrecho es de gran interés para aves marinas y, pertrechado con toda la ropa que tenía, pude ver más especies marinas que en todo el viaje. Por allí cruzaron, entre otras, la pardela dorsigrís (Puffinus bulleri) o el prión (Pachyptila sp) y varias formas de albatros (Diomedea sp) que, con la variabilidad de edades, subespecies y una taxonomía aún en revisión, se hacen difíciles de identificar a la distancia de un ferry.

jueves, 4 de mayo de 2017

Nueva Zelanda 7 (2016) La región volcánica de Rotorua

Frying Pan Lake en el valle Waimangu.
Buena parte del relieve de Nueva Zelanda tienen su origen en la colisión de dos grandes placas tectónicas, la placa australiana y la placa del Pacífico. Así se ha originado la región volcánica de la isla norte y la elevación de los Alpes Neozelandeses en la isla sur.

La región de Rotorua tiene una historia de actividad volcánica muy reciente y muchos de los grandes lagos que pueden verse son en realidad cráteres de volcanes inundados.

La diversidad de fenómenos hidrotermales en esta región es enorme, con lagos y ríos de aguas termales, géiseres activos y zonas que han sufrido erupciones volcánicas recientes.








Inferno Crater Lake (Waimangu). Foto: Iratxe González.
Empezamos visitando el valle volcánico de Waimangu, el complejo geotermal más joven del mundo, creado por una erupción en 1886. El clima lluvioso y subtropical de la isla norte ha hecho que, en poco más de un siglo, el paisaje se haya revegetado a una velocidad impresionante. Pero la actividad volcánica continúa.

En Waimangu uno puede encontrar la mayor fuente de agua termal del mundo, tan grande que en realidad es un lago, el conocido como Frying Pan Lake. Este lago está continuamente burbujeando y el agua que mana da origen al río Waimangu.





Barranco de río termal en Waikite. C.M. Aguilar Gómez.
Otros lagos en este valle son el Inferno Crater Lake, con aguas turquesas, que se llena y vacía cada 38 días como si se tratara de gran géiser abierto, y el lago Rotomahana un cráter aún activo con fumarolas en sus orillas.

Una peculiaridad de los arroyos termales es su flora de helechos. En estos microhábitats calientes y húmedos crecen especies muy escasas en Nueva Zelanda, helechos tropicales que no soportan las heladas que se dan unos metros más allá de la influencia de la zona termal. Entre ellos está Dicranopteris linearis, un helecho común en el África Central que pude ver en abundancia en el viaje por Gabón de 2015.




Artist´s Palette (Wai-O-Tapu). C.M. Aguilar Gómez.
Otro de los lugares donde conocer más fenómenos geotermales, y quizás el que más variedad de ellos tiene, es Wai-O-Tapu. Allí se encuentran lagos de lodo fluido burbujeante, cráteres con surgencias de aguas azufradas y algunos de los lagos más coloridos que uno pueda imaginar.

Lo bueno de todos estos fenómenos termales es que pocas veces se repiten, en cada lugar surgen con un aspecto particular. Uno de los más coloridos es el llamado Artist´s Palette, un lago en el que alternan los colores naranjas de los depósitos de arsénico y los amarillos del azufre.





Champagne Pool (Wai-O-Tapu). C.M. Aguilar Gómez.
Champagne Pool es otro de esos fenómenos únicos que se pueden ver en Wai-O-Tapu. Se trata de un gran lago con un reborde naranja y un burbujeo fino y constante. En realidad son emanaciones de CO2, tan tenues, que su sonido al salir a la superficie recuerda al de las burbujas de una copa de champán. ¡Verídico!

Otro espectáculo, casi de masas, es el géiser Lady Knox que cuenta con un anfiteatro para verlo en erupción, todos los días a las 10:15 h. Ni corto ni perezoso, se pasa más de una hora soltado un chorro de entre 10-20 metros sin parar. Terminamos nuestro recorrido por la zona visitando Waikite, un estrecho río termal encajado en un barranco, todo cubierto de helechos y vapor.


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